sábado, 10 de octubre de 2009

El Bogotazo, el día en que la historia de Colombia cambió



Por: Giovanny Antonio Muñoz Ortega
Correo electrónico: giovannymunozo@gmail.com
@gmunozo

    Es difícil creer que Bogotá, la capital de Colombia, un país de gente humilde, trabajadora, emprendedora, haya sido el epicentro de una batalla campal, registrando los hechos más sangrientos, violentos e inimaginables, comparables con las peores de las batallas y guerras civiles que solo en Europa se llegasen a registrar; la diferencia es que esta cruzada no fue de días, ni de meses y mucho menos de años, fue de tan solo 24 horas, horas que en cada minuto marcaban una nueva historia para Colombia, dando inicio a la peor de las rachas de violencia, al flagelo de muerte y al drama del desplazamiento que a hoy son el pan de cada día. 

    Hernando Téllez, autor de la crónica “EL 9 DE ABRIL DE 1948. La noche quedó atrás”, nos relata de modo detallado y cronológico el acontecer que cambio el destino de una nación. La muerte de Jorge Eliécer Gaitán, un líder político del Partido Liberal, quien representaba a todos los colombianos que veían en él la esperanza de cambio, el anhelo de un mejor mañana; pero estos sueños tan sólo fueron una utopía porque su muerte derrumbó esa ilusión, una ilusión manchada por la sangre, por la envidia y finalmente por enemigos retractores y opositores.  La historia nos ha formulado siempre la misma pregunta: ¿qué sería de Colombia si Jorge Eliécer Gaitán no hubiese muerto? Sólo queda el sin sabor de no tener una respuesta o posiblemente de tenerla pero con la decepción y tristeza de saber que hubiese sido un país diferente al que hoy tenemos.

    La patria nos da líderes y la historia se repite, ¿dónde queda Carlos Galán? A modo personal la encarnación de Gaitán, al igual que su antecesor, líder político del Partido Liberal colombiano en los años 80’s con ideales para el pueblo, con deseo de lucha, trabajo y empeño por sacar una nación adelante; sueños de cambio que nuevamente son frustrados por los intereses de otros, quedando enmarcados en un personaje que yace boca abajo y sin vida en un tablado.

    La noche queda atrás y en la plaza pública se conglomera todas las personas que ante los hechos de aquel fatídico viernes 9 de abril, como grito de protesta ante la rabia, tristeza y desazón de ver a su líder político en la penumbra de la muerte, decide alzarse en desobediencia, iniciando una revolución civil, una batalla campal, una lucha cuerpo a cuerpo contra los entes del estado, dejando a su paso muerte y destrucción.

    Los medios de comunicación, la prensa escrita representada por los diarios El Tiempo, El Espectador, El Siglo, entre otros; jugaron un papel mediador en todo el conflicto, tratando de actuar con responsabilidad y prontitud, pero sin dejar de perder su horizonte o razón de ser, comunicar. A ellos acudían los ciudadanos deseosos de saber, de estar acuatizados ante aquellos acontecimientos que manchaban a la capital.  Aunque no todos los medios fueron responsables, la radio fue un generador, no de información pero si de más violencia, pues los locutores promovían este choque de poderes, alentando a las gentes que se alzaran en desobediencia y lucharan contra el estado.

    El estado colombiano en representación del presidente Mariano Ospina Pérez, del Partido Conservador, en respuesta al alza en armas y desobediencia ciudadana, opta por responder del mismo modo, con más violencia, caos, muerte y destrucción. Ospina Pérez,  deseoso de continuar en el poder y llevando a su partido a la cabecera de la administración nacional, cegado con lo que acontecía a su alrededor y con el temor que los militares optaran por dar un golpe de estado, tomándose por sus propios medios el poder.

    La historia de nuestro pueblo es escrita con sangre, la sangre de muchos valientes, idealistas, soñadores e inocentes; sangre que no ha dejado de verter y que en pleno siglo XXI nada ha cambiado: la lucha y la ambición por el poder, el estado soberano pero también tirano y un pueblo sosegado a la espera del resurgir de un nuevo Gaitán.

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