Por: Giovanny Antonio Muñoz Ortega
Correo electrónico: giovannymunozo@gmail.com
@gmunozo
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Nuestra sociedad conservadora y moralista que ante las diversas
expresiones culturales y en el caso de las manifestaciones sexuales, tiende por
optar una postura de rechazo, de no aceptación, discriminando y satanizando a
todas aquellas personas que desde su concepción humana son considerados como “No normales”, y por su preferencia sexual
son fustigados, discriminados y en el peor de los casos exterminados.
Nuestra sociedad es un epicentro pluricultural donde convive todos los
estereotipos culturales y sociales, habiendo espacio para todas clase de manifestaciones orientadas al libre desarrollo del ser, y partiendo de este principio hay un nicho que poco a poco ha ganado espacio, reconocimiento,
oportunidades, ellos son los miembros de la comunidad de lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI); conviviendo en una sociedad de doble moral, arraigados a tradiciones donde no
aceptan el cambio, las nuevas manifestaciones culturales y sexuales, sin
entender que los homosexuales en comparación a los heterosexuales,, son personal completamente
normales, con igualdad de oportunidades y derechos que la ley de un país
democrático consagra y garantiza en su constitución.
A pesar de este notorio rechazo, la comunidad LGBTI lucha día a día
por hacerse más vistosos desde sus expresiones afectivas, las cuales ya son tan
públicas como las demostradas entre un hombre y una mujer; eventos de apoyo
masivo como la tradicional Marcha Gay y la participación en los diversos medios
comunicación con programas para concienciar y educar a una comunidad conservadora
de poca mente abierta.
Son estos cambios por los cuales en Colombia se legislan nuevos
derechos y oportunidades para la comunidad LGBTI, pero, por ser una sociedad
polarizada, las leyes legisladas a pesar de ser pocas no tienen mayor
trascendencia, dando cabida a un entorno discriminatorio, considerando a estas
personas como no aptas para el desempeño de actividades que son exclusivas para
un público “normal”, como hacer parte de la fuerza pública, Ejercito o Policía;
conformar una familia, donde hay una pareja que son la imagen de un padre y
madre encargados del cuidado, formación y educación de los
hijos; participar en actividades académicas como docentes en la escuela,
considerados como débiles y con actitudes no aceptables para el público en
general.
Desde mi concepción como heterosexual, no tiendo a discriminar a estas
personas, personas tan naturales como yo, que día a día luchan por hacer valer
sus derechos, por hacer realidad sus sueños y por la búsqueda constante de
oportunidades que, a pesar de ser escasas, no son ajenas ni exclusivas para
unos cuantos.
La inclusión es de todos y como principio fundamental EL RESPETO.