sábado, 31 de octubre de 2009

Ser o no ser ante una sociedad polarizada


Por: Giovanny Antonio Muñoz Ortega
Correo electrónico: giovannymunozo@gmail.com
@gmunozo
    Nuestra sociedad conservadora y moralista que ante las diversas expresiones culturales y en el caso de las manifestaciones sexuales, tiende por optar una postura de rechazo, de no aceptación, discriminando y satanizando a todas aquellas personas que desde su concepción humana son considerados como “No normales”, y por su preferencia sexual son fustigados, discriminados y en el peor de los casos exterminados.

    Nuestra sociedad es un epicentro pluricultural donde convive todos los estereotipos culturales y sociales, habiendo espacio para todas clase de manifestaciones orientadas al libre desarrollo del ser, y partiendo de este principio hay un nicho que poco a poco ha ganado espacio, reconocimiento, oportunidades, ellos son los miembros de la comunidad de lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI); conviviendo en una sociedad de doble moral, arraigados a tradiciones donde no aceptan el cambio, las nuevas manifestaciones culturales y sexuales, sin entender que los homosexuales en comparación a los heterosexuales,, son personal completamente normales, con igualdad de oportunidades y derechos que la ley de un país democrático consagra y garantiza en su constitución.

    A pesar de este notorio rechazo, la comunidad LGBTI lucha día a día por hacerse más vistosos desde sus expresiones afectivas, las cuales ya son tan públicas como las demostradas entre un hombre y una mujer; eventos de apoyo masivo como la tradicional Marcha Gay y la participación en los diversos medios comunicación con programas para concienciar y educar a una comunidad conservadora de poca mente abierta.

    Son estos cambios por los cuales en Colombia se legislan nuevos derechos y oportunidades para la comunidad LGBTI, pero, por ser una sociedad polarizada, las leyes legisladas a pesar de ser pocas no tienen mayor trascendencia, dando cabida a un entorno discriminatorio, considerando a estas personas como no aptas para el desempeño de actividades que son exclusivas para un público “normal”, como hacer parte de la fuerza pública, Ejercito o Policía; conformar una familia, donde hay una pareja que son la imagen de un padre y madre encargados del cuidado, formación y educación de   los hijos; participar en actividades académicas como docentes en la escuela, considerados como débiles y con actitudes no aceptables para el público en general.

    Desde mi concepción como heterosexual, no tiendo a discriminar a estas personas, personas tan naturales como yo, que día a día luchan por hacer valer sus derechos, por hacer realidad sus sueños y por la búsqueda constante de oportunidades que, a pesar de ser escasas, no son ajenas ni exclusivas para unos cuantos. 

    La inclusión es de todos y como principio fundamental EL RESPETO.

    sábado, 10 de octubre de 2009

    El Bogotazo, el día en que la historia de Colombia cambió



    Por: Giovanny Antonio Muñoz Ortega
    Correo electrónico: giovannymunozo@gmail.com
    @gmunozo

      Es difícil creer que Bogotá, la capital de Colombia, un país de gente humilde, trabajadora, emprendedora, haya sido el epicentro de una batalla campal, registrando los hechos más sangrientos, violentos e inimaginables, comparables con las peores de las batallas y guerras civiles que solo en Europa se llegasen a registrar; la diferencia es que esta cruzada no fue de días, ni de meses y mucho menos de años, fue de tan solo 24 horas, horas que en cada minuto marcaban una nueva historia para Colombia, dando inicio a la peor de las rachas de violencia, al flagelo de muerte y al drama del desplazamiento que a hoy son el pan de cada día. 

      Hernando Téllez, autor de la crónica “EL 9 DE ABRIL DE 1948. La noche quedó atrás”, nos relata de modo detallado y cronológico el acontecer que cambio el destino de una nación. La muerte de Jorge Eliécer Gaitán, un líder político del Partido Liberal, quien representaba a todos los colombianos que veían en él la esperanza de cambio, el anhelo de un mejor mañana; pero estos sueños tan sólo fueron una utopía porque su muerte derrumbó esa ilusión, una ilusión manchada por la sangre, por la envidia y finalmente por enemigos retractores y opositores.  La historia nos ha formulado siempre la misma pregunta: ¿qué sería de Colombia si Jorge Eliécer Gaitán no hubiese muerto? Sólo queda el sin sabor de no tener una respuesta o posiblemente de tenerla pero con la decepción y tristeza de saber que hubiese sido un país diferente al que hoy tenemos.

      La patria nos da líderes y la historia se repite, ¿dónde queda Carlos Galán? A modo personal la encarnación de Gaitán, al igual que su antecesor, líder político del Partido Liberal colombiano en los años 80’s con ideales para el pueblo, con deseo de lucha, trabajo y empeño por sacar una nación adelante; sueños de cambio que nuevamente son frustrados por los intereses de otros, quedando enmarcados en un personaje que yace boca abajo y sin vida en un tablado.

      La noche queda atrás y en la plaza pública se conglomera todas las personas que ante los hechos de aquel fatídico viernes 9 de abril, como grito de protesta ante la rabia, tristeza y desazón de ver a su líder político en la penumbra de la muerte, decide alzarse en desobediencia, iniciando una revolución civil, una batalla campal, una lucha cuerpo a cuerpo contra los entes del estado, dejando a su paso muerte y destrucción.

      Los medios de comunicación, la prensa escrita representada por los diarios El Tiempo, El Espectador, El Siglo, entre otros; jugaron un papel mediador en todo el conflicto, tratando de actuar con responsabilidad y prontitud, pero sin dejar de perder su horizonte o razón de ser, comunicar. A ellos acudían los ciudadanos deseosos de saber, de estar acuatizados ante aquellos acontecimientos que manchaban a la capital.  Aunque no todos los medios fueron responsables, la radio fue un generador, no de información pero si de más violencia, pues los locutores promovían este choque de poderes, alentando a las gentes que se alzaran en desobediencia y lucharan contra el estado.

      El estado colombiano en representación del presidente Mariano Ospina Pérez, del Partido Conservador, en respuesta al alza en armas y desobediencia ciudadana, opta por responder del mismo modo, con más violencia, caos, muerte y destrucción. Ospina Pérez,  deseoso de continuar en el poder y llevando a su partido a la cabecera de la administración nacional, cegado con lo que acontecía a su alrededor y con el temor que los militares optaran por dar un golpe de estado, tomándose por sus propios medios el poder.

      La historia de nuestro pueblo es escrita con sangre, la sangre de muchos valientes, idealistas, soñadores e inocentes; sangre que no ha dejado de verter y que en pleno siglo XXI nada ha cambiado: la lucha y la ambición por el poder, el estado soberano pero también tirano y un pueblo sosegado a la espera del resurgir de un nuevo Gaitán.