martes, 23 de marzo de 2010

Recate 911


Por: Giovanny Antonio Muñoz Ortega
Correo electrónico: giovannymunozo@gmail.com
@gmunozo

    Luego de haber aceptado mi invitación, me disponía a visitar un lugar mágico, donde se hospedan héroes de ciudad, hombres y mujeres que están a merced de ofrecer su propia vida por el bienestar de la nuestra; este lugar es la Estación Guayabal del Cuerpo Oficial de Bomberos del Municipio de Medellín. Estando allí me registré e hice anunciar mi llegada en la guardia, por medio de los parlantes y rompiendo el silencio de aquel lugar, que entre otras pensé que no era habitado por nadie, se escuchó: “¡EDWIN HINCAPIE ES SOLICITADO EN LA GUARDIA, EDWIN HINCAPIE!”. Expectante por la llegada de mi invitado y sin saber desde que lugar aparecería, vislumbré a lo lejos la silueta de un joven limeño estatura promedio de aproximadamente 1.65 cm., una figura que rompe el estereotipo del bombero que el comercio y las producciones cinematográficas nos han vendido: grandes, corpulentos, máquinas de músculos y rostros aguerridos; él era todo lo contrario, delgado y con un rostro de adolescente que me pregunté: ¿Desde cuándo incorporan niños en estas instituciones? Llega a la guardia y se presenta: “Mucho gusto, Bombero Edwin Hincapié, ¡bienvenido!”, ofreciéndome continuar y conocer aquel lugar.   

    Al cabo de unos minutos y luego de recorrer toda la estación de bomberos, conociendo sus vehículos, maquinaria y equipos, alojamientos, oficinas y demás compañeros, un lugar demasiado grande para tan pocos, pasillos extensos, fríos, húmedos y desalojados; nos encontramos en el casino degustando una gala con malta, en medio de la tertulia, quería conocer quien era realmente Edwin Hincapié, no como el bombero, sino como el ciudadano del común, “soy un hombre de hogar, gracias a Dios casado con mi señora Mónica Zapata y la razón de estar acá es  mi hija Camila de tan solo 6 añitos”, me respondió. Una persona que en el día es un héroe y en la noche esposo y padre de familia, y a sus escasos 27 años de edad, con un compromiso que asumió desde hace 7 años atrás, todo un “chibolito” para cargar con tanta responsabilidad que en ningún momento ha titubeado y deseado tener una vida diferente a la actual. “Se combinar ambos espacios, primando mi familia, pero mi pasión es ser bombero, hace aproximadamente 12 años lo soy, comencé en el municipio de Bello como voluntario, allí estuve 8 años prestando mis servicios como su nombre lo indica “voluntario”, ante lo cual no había ningún tipo de remuneración, solo el gusto de ayudar y divertirme, eran más que razones para serlo; estar aquí en Medellín es el premio a mi trabajo desinteresado, ya que esta es mi profesión, por esto vivo, gracias a Dios recibo un pago, el cual me permite vivir dignamente, nada me falta y nada le falta a mi familia, fuera de eso soy un empleado público con beneficios y una estabilidad que no es la mejor pero por lo menos  es más estable con relación a lo que se ofrece en otro tipo de trabajos”, y agrega, “no me veo haciendo otra cosa”.

    De un momento a otro se rompe el silencio de aquel lugar sepulcral, se escucha al unísono una sirena, más me demoré en parpadear a que Edwin ya no estuviera allí, en los parlantes se escuchaba “¡Rescate 10, accidente de tránsito!”, y en cuestión de tan solo unos 30 a 40 segundos el camión de rescate con cada uno de sus tripulantes parte hacia un lugar que me era desconocido.

    Son aproximadamente las 07:45 PM, ya había transcurrido más de una hora cuando el camión de rescate arribó, el oficial encargado de la tripulación le indica al bombero de la guardia: “retornamos con la novedad que a causa de una colisión de dos motociclistas los conductores tuvieron lesiones mínimas, se estabilizaron y se remitieron a la Clínica de Medellín para chequeo general”.  Edwin desciende del camión y presuroso se dirige al alojamiento para organizar su mochila y prepararse a entregar turno a las 08:00 PM, “es el relevo, es el fin de una jornada, pero sigue la otra jornada y es la familiar”, dice ansioso, anhelando llegar pronto a casa y querer compartir lo poco de energía que le queda con su familia. “¿Quiere saber como es la familia de un bombero?, y nos vamos en mi súper máquina, la Rescate 911”. Acepto la invitación y me cuestiono cuál será la rescate 911. 

    Son las 08:15 PM cuando se hace el relevo de las compañías, en el relevo consiste en formar las dos compañías, la entrante frente a la saliente, el comandante de la compañía saliente da parte a su homólogo notificándole de todas las novedades presentadas durante la jornada, se revisa equipos, vehículos y finalmente dan la orden de romper filas.  “Hermano prepárese para lo que es estar en la recate 911”, lo decía con un tinte burlesco y mi expectativa era cada vez mayor, finalmente pude conocer la famosísima Rescate 911, una moto Honda CBF 125 cc, la cual tenia insignias de la institución, maletero y en él un gran botiquín de primeros auxilios, este hombre ni en su tiempo libre deja de estar en servicio. Equipado con casco y chaleco, emprendimos camino hacia el barrio El Mirador en el municipio de Bello, llegando a casa la primer persona que sale a recibirle es si hija Camila y tras ella su señora esposa Mónica, al ingresar a su morada, más que una casa es un museo, ¡el Museo de Bomberos!, no había rincón donde no hubiese elemento alusivo a esta institución: extintores arcaicos, cascos, cuadros, insignias de NYFD (New York Fire Departament), carros de colección, relojes y un interminable etcétera de merchandising y elementos bomberiles, un sin número de artículos suficientes para quedar impactado y sintiéndome como un niño en Juguetelandya.

    “Este soy yo, esta es mi vida, esta es mi familia”, finaliza Edwin Hincapié, dando por terminada mi visita, permitiéndome compartir una tarde en la vida de un bombero, un hombre comprometido con su familia, con su comunidad, un hombre que está al servicio las 24 horas del día, orgulloso quien es y de lo que hace.